viernes, 24 de abril de 2009

Prepara la llegada del Año del Tigre de Metal

Flujo del qi cósmico dentro del emplazamiento

Al entrar a una casa u oficina, uno percibe casi de manera inmediata que tipo de qi fluye en dicho lugar; si está estancado o no; si le falta vitalidad y movimiento; así como el tipo de emociones que se viven en este, porque sencillamente se “sienten”. En términos coloquiales, estaríamos hablando de la “vibra” del lugar.


Los chinos llaman a esta energía qi o el aliento cósmico del dragón y comprender este concepto es un aspecto fundamental para entender de manera profunda como funcionan los principios del Feng Shui: viento y agua.

Todo el mundo tiene la capacidad de percibir esta energía, así como todos tenemos la posibilidad de sentirnos afectados por la energía de un lugar. Según la teoría de los campos morfogenéticos, de Rupert Sheldrake, catedrático de Cambrige, cada vez que entramos a un espacio físico, éste influye en nosotros de manera positiva o negativa. De la misma manera, nosotros tenemos también la capacidad de influir y transformar un lugar. Después de un plazo de seis meses, somos afectados significativamente por la energía de un lugar, ya sea nuestro espacio habitacional o de trabajo.

Si una casa tiene mal olor porque sus habitantes no la conservan aseada, no la ventilan o porque en la cercanía del lugar se encuentran contaminantes, el qi de ese lugar será negativo, y la cantidad de oxígeno que entra a el será mínima, ya que el concepto de qi está íntimamente ligado a este elemento vital y a la prosperidad del mismo. Cuando una casa es sanada a través de los principios del Feng Shui, la Geomancia y la Geobiología, sus habitantes lo primero que perciben, es que esta se experimenta fresca, porque de hecho se oxigena entre el 95 a 100%.

Desarrollar la capacidad de percibir el flujo del qi dentro de nuestra casa, nos permite mejorar el feng shui de nuestros espacios físicos y con ello potenciar diferentes aspectos de nuestra vida.

Muchos libros definen al Feng shui como el arte de colocar las cosas; idea ligada a este concepto del flujo del qi. Si colocamos todo tipo de objetos justo a la entrada de la casa; cajas y cajas de ropa vieja debajo de la cama; comida rancia en el refrigerador; ropa sucia en el suelo del baño, etc. Todo ello contribuye a que el qi se estanque y no fluya a otros rincones de la misma.

Una casa es similar a un cuerpo humano, si tenemos un tapón en una de nuestras arterías, el flujo de sangre disminuye; si no limpiamos nuestras narinas, el aire no penetra libremente y en igual volumen a nuestros pulmones.

Mientras más nos familiaricemos con este concepto, de manera automática vamos a reconocer como mejorar el flujo de qi dentro de nuestra casa o negocio. Aprenderemos a elegir formas suaves para nuestro amueblado, vegetación, formas redondeadas, paredes sin aristas, y sobre todo aplicaremos el principio minimalista que dice: “menos es más”.

Despeja tu entorno

La energía que fluye dentro del espacio vital de algunas personas está obstruida, o circula tan lentamente que es necesario liberarla y acelerar su movimiento. En este caso, el primer paso consiste en crear un espacio “racionalizado”; es decir, organizado de tal modo que sea más simple y eficiente.

Otra posibilidad es que la energía del espacio vital se mueva con de­masiada rapidez o se pierda, de modo que hay que tomar medidas para contenerla y disminuir la velocidad de su flujo.

También puede que algún sector del espacio falte o sea insuficien­te; por tanto, habrá que crearlo o agrandarlo.

Existen diversas “curas” de Feng Shui, destinadas a acelerar o dis­minuir la velocidad, evitar la dispersión, concentrar o contener el flujo.

En un espacio armonizado los objetos están ubicados de tal ma­nera que puedes moverte con naturalidad y cambiar rápidamente de di­rección.

Todas las cosas tienen su propia vibración, su propia señal energética de identificación. Para que la energía se mueva, es necesario tanto un espa­cio libre como la existencia de objetos en el camino.

A mayor cantidad de objetos, a mayor desorden y menor espacio disponible, más se relentizará la energía, hasta estancarse y finalmente quedar detenida.

¿Nunca co­locaron un objeto en un sitio y en un par de semanas después descubrieron que había un montón de cosas encima? Es otra variante del tema de que lo se­mejante atrae a lo semejante.

Cuantos más objetos poseemos, mayor es la energía que consumimos para conservarlos. Utilizamos energía para limpiarlos, para tener un techo donde estén cuidados y protegidos, y para asegurarlos contra posibles da­ños o pérdidas.

Si superan una cantidad razonable, nuestras posesiones crean retrasos, consumen nuestra energía o crean un desvío.

Un desvío que tiene la astucia suficiente para alejarnos de nuestro verdadero sende­ro, esto es, del objetivo de nuestra existencia. A partir de la creación de líneas nítidas y de poco o nada de desorden podemos movernos con rapi­dez, detenernos en un cruce y cambiar de dirección sin perder ni el rumbo ni el equilibrio.

Deshacernos de aquellos objetos que ya no nos alegran el corazón es como liberamos de una pesada carga que hemos transportado hasta ese momento, o como tirar lastre por la borda. Tenemos un espacio más amplio y podemos movernos con mayor facilidad.

Poner orden en nuestro espacio no es algo que acostumbremos hacer con placer o frecuentemente. Nos resistimos a tener mayor libertad y mayor flujo.

En la vida, suele ser necesario un detonante para que nos demos cuenta de que poseemos demasiadas cosas a las que hay que quitarles el polvo, además de tenerlas aseguradas.

¿Cuál sería este detonante? Quizás una relación o un trabajo que terminan mal, o un objeto valioso que se rompe. O alguien, por ejemplo tú, que se enferma gravemente.

Son lla­madas al orden, para eliminar los restos del pasado que bloquean el flujo dentro de nuestro espacio y de nuestras vidas. El desorden implica que la energía está a la espera para moverse, está en realidad estancada.

Las cosas que se guardan “para algún día” suelen ser las que in­vaden el espacio. ¿Cómo saber que ese “algún día” se anuncia? ¿Sonará una trompeta, o se escucha un trueno?

La energía estancada debe liberar­se para que fluya nuevamente. Ordenar el espacio también ordena la mente. Se puede, literalmente, ver con mayor claridad. Tener mayor espa­cio libre, implica tener mayores opciones para moverse y reflexionar so­bre otras maneras de hacer las cosas.

Muchas personas se aferran a los objetos materiales, y también a sus emociones, conteniéndolas. Este aferrarse a las cosas supone la existencia de una vibración particular que impide la circulación del flujo de energía, en relación a nuestro cuerpo, esto está relacionado con la circulación sanguínea, las varices, la retención de líquido, todos síntomas que nos hablan de emociones relacionadas al no fluir, a atorarse con los cambios o querer controlar la vida.

Deshacerse de un “tesoro” guardado largo tiempo también implica des­hacerse de las emociones que despierta. Por regla general, se trata de la tristeza y del miedo. La mayoría vive preocupada por el miedo y la pérdi­da, lo que expresan con un “¿y si un día lo necesito y ya no lo tengo?”.

Asociamos el objeto con la situación y la persona que nos lo dio. Si somos receptivos y fluimos acompañando a las emociones que esta per­sona despierta, podremos agradecerle el regalo, aceptar que ya no nos interesa guardarlo, quizá devolvérselo, o dárselo a un pariente o a otro amigo y desprendiéndonos de él.
También podemos enviarlo a alguna orga­nización solidaria. Cuando nuestra energía emocional no fluye, dar cual­quiera de estos pasos suele constituir un desafío.

Si la persona que nos lo regaló no está ya a nuestro lado, puede que lo conservemos para recordarla aun si el objeto en cuestión no nos interesa. El desorden va siempre acompañado de emociones estancadas.

Vivir rodeándote de los objetos que quieres es una experiencia que levanta el ánimo. Cualquier lugar donde se posen sus ojos o que su cuerpo toque, les devuelve su propia energía de amor y apro­bación.

Observa el contraste entre esa sensación y la que se produce cuan­do lo que se ve y se toca va asociado a recuerdos dolorosos, con una energía que provoca un estremecimiento o algo peor.

A medida que caminas por tu espacio, tienes la oportunidad de volver a ver mentalmente la película o el vídeo de la situación que tensa tus músculos.

¿Comienzas a com­prender el valor de contar con un espacio armonizado? ¿Que contenga las cosas que amas y utilizas y la importancia de deshacerse de las que impli­can otras asociaciones?

Mientras observas tus propias posesiones, responde a las siguientes pre­guntas:

¿Me gusta esto?
¿Corresponde a mi estilo de vida actual?
¿Me da placer y comodidad?
¿Lo guardo para alguien que lo aprecia y lo necesita?
¿Tiene un gran valor sentimental para mí?
¿Lo utilizaré en los próximos dos años?


Si la respuesta es «NO» a todas las preguntas, tendrás que averiguar el lugar que este objeto tiene en tu vida. Si quieres vivir con alegría y co­modidad, hay ciertas cosas que no contribuirán a tus movimientos y tu flexibilidad. Dáselas con su bendición a una persona a quien le propor­cionen alegría.

Ponte en marcha
Quizá te preguntes por dónde empezar. Es una buena pregunta. Comienza por lo más fácil y lo más pequeño, por el es­pacio o la habitación que te resulte más sencilla.

Partiendo de lo más fácil, tendrás el humor, la experiencia y el ánimo para pasar al siguiente problema y al siguiente, hasta que consigan “enfrentar” aquello que creías imposible.

Éste es un procedimiento gradual que te llevará tiempo. Piénsenlo como un proceso en dos partes: dar un paso - descansar. Una vez hecho, sentirás alegría y estarás en condiciones para mirar nuevamente las cosas que te rodean y hacer las mismas preguntas. Lo que si es importante, es hacerlo en cada cajón, cada closet, cada gaveta, en todos lados, incluyendo nuestra mente y nuestro corazón.


Práctica mensual: despeja el espacio

Liberar la energía estancada en un espacio después de racionalizarlo y de limpiarlo correctamente, implica mantener este lugar con el mismo nivel de energía, que nos hace sentir expandidos y serenos.

Dado que todo tiene su propia vibración, y que esa vibración for­ma parte de una serie de frecuencias, el próximo paso consistirá en acti­var esa vibración por medio de sonidos con una adecuada frecuencia vibracional.

Nuestras actividades diarias, pueden producir de manera inconciente energías disarmónicas como pueden ser las generadas por una discusión, una enfermedad, un evento familiar desagradable o una mala racha en el trabajo.

La energía estancada se dispersa con el sonido de campanas, tanto en los rincones como en toda el área. Lo mejor es empe­zar por concentrarse, expresar la firme intención de liberar la energía es­tancada, abrir algunas ventanas, utilizar aromaterapia.

Esta práctica, la pueden realizar una vez al mes; si pueden utilizar un instrumento que emita el sonido OM, como lo hacen ciertos cuencos tibetanos; otra buena opción es escuchar mantras sagrados que constantemente purifican y revitalizan el ambiente.